"Desde hace más de dos mil millones de años se sigue
reflexionando sobre la felicidad. Es algo que de alguna manera todos buscamos,
queremos experimentar y parece algo escurridizo.
¿Qué es la felicidad?
Si quisiéramos explicar cada uno de nosotros qué es la
felicidad, estaríamos muy equivocados. Para ello debemos de mirar en los sitios
donde nunca miramos. El arte de preguntar es un arte esencial. La clave no es
dar respuesta a las viejas preguntas sino es encontrar respuesta a las
preguntas que nunca antes nos habíamos hecho. La felicidad no es un enigma, la
felicidad es un misterio. Frente a los misterios hay que posicionarse desde el
asombro, la curiosidad y la humildad porque los misterios no se descubren sino
se desvelan. Nosotros lo único que podemos hacer es ponernos en unas
condiciones adecuadas para que se desvele ese misterio ante nosotros y podamos
experimentarla. La felicidad no es un destino, no es un lugar al que ir sino una
forma de vivir, un camino que recorrer, una forma de ser y de estar en el
mundo.
Hay que diferenciar el concepto de bienestar subjetivo como
aquello que colma los sentidos, con la felicidad, que es la que colma el
corazón. Están conectados y forman un todo en una persona; pero también son
diferentes. La persona no sólo puede conocer las realidades materiales, las que
captan nuestros sentidos, sino también las realidades suprasensibles, aquellas
que son de carácter espiritual. También hay formas de hacer que nos genere una
mayor experiencia de felicidad y otras
que nos alejan de ser feliz. Nos preguntamos ¿Qué podemos esperar? ¿Es la
muerte el final? ¿Es el paso a otra dimensión? La clave de todo está en el ser
que se hace esa pregunta, la persona humana. El ser humano, que desea conocer,
ha llegado no sólo a conocer lo más diminuto sino también lo más grande. Sin
embargo el hombre pasa frente a él y no se asombra de la maravilla. Y el ser
humano es como si se ocultara, como si se escondiera de sí mismo y como si
jugara al escondite. Si estamos hablando de felicidad cuando tenemos dinero,
tenemos trabajo, un prestigio, etc…… no estamos hablando de felicidad. Hay que
entender la felicidad cuando el bienestar subjetivo desaparece. Por supuesto
que la felicidad tiene una conexión con el bienestar subjetivo. Hay que
entender la felicidad cuando aparecen los tres grandes oponentes del ser
humano: el mal, tanto el físico como el moral, la muerte y el sufrimiento. Por
eso la pregunta sobre la felicidad es la pregunta sobre el sentido de la vida.
No la de dar un sentido a la vida sino la de preguntarse si la vida ya tiene un
sentido. Si podemos mirar al mal, podemos mirar a la muerte y podemos mirar al
sufrimiento sin salir corriendo. Y si hay en el mal, en la vida y en el
sufrimiento más que amar en la vida, qué hay que temer. Y si merece la pena
vivir a pesar de que la vida es un drama para algunas personas.
El sentido de la vida tiene que ver con plantar pequeñas
semillas en la vida, de esperanza, de ilusión, de confianza a otras personas.
Todos sabemos que nuestra naturaleza biológica precisa de una emoción que es el
miedo. Sin esta emoción no hubiéramos podido sobrevivir a lo largo de los años.
Nos hace estar cautelosos y estar más alerta; pero tiene que estar en la dosis
adecuada. Más allá ya no es miedo, es pánico o terror. También hay otra emoción
que necesita nuestra biología, es el amor, que está en otro nivel. El amor como
agradecimiento a las cosas de cada día. Tanto uno como el otro no pueden
residir en el mismo corazón porque son incompatibles. Si por la mañana al
levantarnos nos fijáramos en todas esas cosas que hay en nuestra vida y que
podríamos agradecer en lugar de todo aquello que no nos gusta,
experimentaríamos una ausencia de miedo ante la vida. Un corazón resentido es
un corazón lleno de irá. Hoy podemos decir que hay una relación directa y
demostrada entre los estados emocionales y la salud. Hay muchos estudios que lo
han demostrado. Por supuesto que la persona más positiva del mundo puede
sucumbir ante una enfermedad agresiva, por supuesto que a una persona no hay
que forzarla a ser como ella no elige ser. Ahora bien, es importante saber la
relación que hay entre los estados emocionales de la persona y la salud. Es
cierto que cuando tenemos estados de ánimo bajos el cuerpo segrega sustancias
que al subir empiezan a morir neuronas. Mientras que cuando una persona tiene
un estado de ánimo totalmente contrario al anterior, segrega el cuerpo otras
sustancias diferentes que favorece el tener amor, que ayuda a ser a las
personas valientes. Por amor podrías hacer muchas veces lo que no haría nunca
por el dinero. Dentro de nosotros hay un héroe o una heroína dormido. Lo que
pasa que para que despierte tiene que haber el estimulo adecuado y ese estimulo
es el amor, el amor a un sueño, a un ideal.
Es cierto que tenemos dos sistemas nerviosos, el simpático y
el parasimpático, que tienden al equilibrio. Cuando se activa el simpático con
momentos de desesperación, ira, etc….. se gasta mucha energía mientras cuando
se activa el parasimpático es momento de recuperación. Cuando la situación de
desesperanza, miedo, ira, etc…… es sostenido en el tiempo afecta al sistema
cardiovascular aumentando el trabajo en el corazón, hipertensión, aumento del
colesterol, etc. Las emociones afectan por tanto a la salud. Por el contrario,
la alegría, la compasión, la serenidad y el equilibrio protege al sistema
cardiovascular. El sistema simpático y parasimpático llegan hasta los ganglios
linfáticos que segregan linfocitos que actúan frente a bacterias, virus y
tumores. El sistema nervioso simpático asociado a estados de ira, de
resentimiento, de miedo, etc……….. dificulta la generación de nuevos linfocitos.
Mientras que la activación del sistema parasimpático favorece la nueva
generación de linfocitos. Además actúa sobre el bazo que también es un lugar
básico para luchar sobre tumores, bacterias y virus, llega el sistema nervioso
vegetativo. También está unido a la médula ósea donde se producen los glóbulos
rojos y las plaquetas. La faceta biológica del ser humano está unida a la
emocional, son dos facetas que están conectadas y no se pueden separar.
Si nos entrenáramos en el agradecimiento, si nos
entrenáramos en la compasión, en la generosidad, en el apoyo, en el consuelo,
viviríamos una vida con un nivel de miedo totalmente distinto y estaríamos en
condiciones mucho mejores para que se nos desvelara ese misterio que
probablemente es la felicidad.
Debemos dejar el individualismo en el que pensamos muchas
veces, que el infierno son los demás. En la vida no hay amigos ni enemigos sino
simplemente maestros. Si ves a un hombre bueno imítale y si ves a un hombre
malo, examínate a ti mismo. El sentido de la vida, de la felicidad, es plantar
semillas de esperanza, de ilusión, de confianza, de entusiasmo, de inspiración,
aunque nosotros mismos no las veamos florecer. Aceptando que en estas semillas
anidará tanto la imperfección de este mundo como la perfección y belleza que
los cristianos tenemos de Dios."